José María, empresario farmacéutico de Córdoba, narra algunos episodios sobre la acción de Luminosa en su vida diaria.
¿Cómo conociste a Luminosa?
No la traté; la vi personalmente sólo una vez, cuando estaba ya en Roma, enferma pero todavía activa. Aproveché mi viaje de fin de curso con los compañeros del colegio y, en vez de ir a visitar Roma, cogí el tren para hacer esos 26 kms hasta donde ella vivía. Fui junto a dos compañeras que participaban en las reuniones que hacíamos en Córdoba con la espiritualidad de los Focolares. Estuvimos conversando con ella una media hora… En el viaje de vuelta, una de las chicas contaba que no sabía muy bien qué había ocurrido, pero que ese rato con Luminosa había sido para ella especial. Una vez que Luminosa murió, mi relación con ella empezó a ser significativa a raíz de una Mariápolis. Estábamos en una excursión y a una chica se le perdió un pendiente en un rio. Era casi imposible encontrarlo, pero una focolarina lo encontró y dijo, así como de pasada: «Se lo he pedido a Luminosa y sabía que lo encontraría». Este hecho tan simple fue para mí el comienzo de una relación más continuada con ella, y le encomiendo tantas cosas cotidianas.
¿Algún episodio?
Podría contar muchos. Yo hice la carrera en Sevilla y recurría a ella en muchos momentos de apuro. Recuerdo uno en particular. Estábamos preparando la Mariápolis en un pueblo relativamente cercano y un día, en los viajes que hacíamos hasta allí, mi coche se quedó bloqueado en la autovía. Diluviaba y por mucho que le daba a la llave, no había forma de que arrancase. Propuse a quien iba conmigo rezar un Padrenuestro para pedir la intercesión de Luminosa. Me miró extrañado pero asintió. Volví a meter la llave y el coche arrancó.
Otro hecho sencillo: cuántas veces me ha buscado aparcamiento…, innumerables veces. Por ejemplo este año tenía a mi madre ingresada en el hospital. Una de las veces íbamos hacia allí una hermana mía y yo cada uno en su coche. En la zona del hospital es muy difícil aparcar. Después de larga búsqueda mi hermana desistió porque no encontró un sitio libre. En el grupo de whatsapp de familia, escribí que también yo iba hacia el hospital y que tenía mi “aparcacoches” particular… Y sucedió otra vez más: apenas llegado al hospital otro coche salía y pude aparcar sin dificultad. Y así pude quedarme un buen rato con mi madre que estaba sola.
Parece mágico…
En absoluto! Pido a Luminosa que interceda sólo en momentos en los que veo necesario la intervención del Cielo. Hace algunos años, estaba en el Centro Mariápolis de Madrid. Había ido para llevar a mi hijo, entonces un gen4, a un encuentro. Los padres teníamos un encuentro paralelo. En el momento de presentarnos, de forma espontánea, conté algo sobre mi relación con Luminosa. Luego nos fuimos de excursión a El Escorial. Sucedió que una señora perdió su móvil, donde tenía todos los contactos de sus clientes. El marido trató de llamar al móvil por si lo había encontrado alguien…, pero no hubo respuesta. Entones les propuse rezar a Luminosa. Acabada la oración, le pedí el número de teléfono para hacerle otra llamada yo con mi móvil y la respuesta nos dejó perplejos: lo tenía la policía; lo acababan de dejaren la comisaría. La única diferencia entre una llamada y otra fue aquella oración a Luminosa. Esos padres confesaron que Luminosa se había ganado nuevos «adeptos»…
Por lo que dices, Luminosa se hace popular.
Sin duda. Otro hecho reciente. En la parroquia donde colaboro también ya hay quien pide su intercesión. Un día, una persona comunicó que no podía venir al Consejo Económico Parroquial porque tenía que buscar la cartera perdida de su hija que al día siguiente tenía que coger el avión y en la que tenía todos los documentos. De vuelta a casa, le llamé y le pregunté si habían solucionado el problema. Me dijo que no y que estaban muy agobiados. Le propuse que lo pidiera por intercesión de Luminosa y rezara un Padrenuestro. Por la mañana, me llamó para decirme que, gracias a ella, había aparecido la cartera. Quiso comunicar el hecho a los demás miembros del Consejo Económico. Al día siguiente, saliendo de misa, me paró una persona del Consejo: “Tu amiga Luminosa ha hecho que encontrara mis pendientes. Me dí cuenta de que me faltaba uno en la calle pero no lo encontraba…, pedí su intercesión y de vuelta a casa, al cambiarme la ropa, el pendiente apareció”.