Luminosa vivía intensamente cada punto de la espiritualidad de la unidad, no podía ser menos cuando hablamos de María, Luminosa impregnaba de su relación con María cada acción suya tanto en lo cotidiano como en lo más relevante.
Para conocer esto de cerca entrevistamos a Antonietta Pantanelli, focolarina italiana que vivió con Luminosa y que cuando la sierva de Dios dejó España, la sustituyó como corresponsable del Movimiento.
¿Cuándo conociste a Luminosa y qué impresión te causó?
La conocí en 1963 cuando llegó a la Escuela de Formación de las focolarinas en Grottaferrata (Roma). Me impresionó su expresión radiante y su mechón blanco en la frente, que contrastaba con su juventud. Una amiga suya, Antonietta Cervini, llegada unos meses antes, ya me hablaba de ella como de una persona excepcional.
A principios de febrero de 1971 Luminosa viajaba hacia Roma llamada por Chiara; hizo escala en Madrid y la pude saludar en el aeropuerto. En aquel momento no había una focolarina responsable del Movimiento en España porque la responsable, Eletta Fornaro, había sufrido un grave accidente. Luminosa me preguntó si sabía quién sería la nueva responsable… No podía imaginar que sería ella misma. Esto indica su profunda humildad, porque no se consideraba a la altura de esa responsabilidad. Mi relación con ella era de una confianza absoluta, de apertura, una relación sobrenatural.
Muchos hablan de la humildad de Luminosa y, sin embargo, también se dice de ella que era espontánea, expresiva…. ¿Cómo definirías tú, entonces, esa actitud humilde?
Ella se consideraba «nada», una expresión habitual suya. No se trataba de una humildad externa, que se viera «desde fuera»; más bien era una actitud profunda, de su alma. Contaba siempre con el consejo de los demás, y apreciaba las diferentes opiniones sin obstinarse en sus propios puntos de vista. Convencida de que podía aprender de todos, no menospreciaba ninguna observación, ni siquiera de los más jóvenes, un signo evidente de su humildad.
Viviste con ella un periodo de difusión del Movimiento en España…
Sí. Al poco de llegar quiso conocer personalmente la realidad social y cultural de España, así como a las personas que ya vivían la espiritualidad de la unidad. Ello la llevó a informarse concienzudamente del contexto social y político de la España de entonces, pues al ser Licenciada en Historia, la historia del país ya la conocía. Miraba los acontecimientos con profundidad y apertura.
Durante unas vacaciones, compró un grueso volumen sobre la historia del País Vasco. Quería conocer de primera mano las raíces de aquella cultura para poder comprender mejor el contexto social de aquellos años caracterizados por la violencia. También supo apreciar con una finura única la hondura de la religiosidad popular de Andalucía, que tiene en su centro la figura de María.
Valoraba la diversidad y la belleza de cada uno, de cada pueblo, pero no se detuvo (nunca lo hacía) en lo teórico: viajó por todos los rincones de España para conocer a sus gentes y dar su aportación al nacimiento o difusión del Movimiento. Tenía una extraordinaria capacidad de relación con las personas, pertenecieran o no al Movimiento, y lograba llegar a un entendimiento con todos. Ella aprovechaba la más mínima ocasión para mostrar cercanía, para interesarse por la persona, para aconsejar, consolar…
¿Quién era María para Luminosa?
En sus discursos, Luminosa repetía frecuentemente la expresión «María desolada». Ella veía como su verdadera vocación revivir a María en ese momento de su vida, cuando a lo pies de la cruz perdía incluso a su Hijo. Consideraba que solo siendo como María desolada alcanzaría la santidad. De hecho, cuando recibió de Chiara el nombre de «Luminosa» en Grottaferrata, le escribió haciendo referencia explícita a María desolada como la luminosa por excelencia.
Con María, la Virgen, como su modelo, yo destacaría también el modo de Luminosa de vivir la virginidad, que, de hecho, resultó fascinante para muchas jóvenes, las cuales se enamoraron de la vida de consagración en la Obra de María. Tenía un amor especial por María. Rezaba con una fidelidad grandísima el rosario; cualquier momento era bueno para recitarlo.
¿Recuerdas algún momento vivido con ella en el que María tuviera un especial protagonismo?
Sí, recuerdo su vuelta del encuentro en el que en diciembre de 1980 Chiara lanzó a todos los miembros del Movimiento el desafío de ser santos juntos. Escribió entonces a una focolarina que su compromiso en el vivir esa tensión a la santidad no se debía solo al deseo de prepararle «a María el regalo de mi santificación personal, sino para ayudarnos juntas a preparar nuestros respectivos regalos y podérselos ofrecer al final en un bloque compacto. ¡No cabe duda de que a Ella le gustará más un escuadrón de santos!».
Tengo la impresión, como la tenía ya entonces, de que Luminosa mantenía un diálogo continuo con María, con naturalidad. Siempre se dirigía a Ella cuando había alguna situación difícil.
Chiara Lubich habla de María como «ama de casa y sede de la sabiduría». Tú viviste con Luminosa en el mismo focolar y trabajaste con ella, cuya responsabilidad, sin duda, requería de la sabiduría que viene de Dios. ¿Nos podrías contar algo al respecto?
En casa era la primera que se levantaba para preparar el desayuno o hacer la limpieza. Cuidaba de la casa y con gran delicadeza creaba un clima de familia entre nosotras. Por ejemplo, contaba chistes y las risas y la alegría eran habituales; desdramatizaba cualquier situación. Sentía suyas nuestras familias de origen y nos contaba todo lo que hacía con tanta inmediatez y apertura que sentíamos como nuestro lo que ella vivía.
Respecto a la sabiduría, ella preparó muchísimas charlas dirigidas a familias, jóvenes, religiosos… Lo hacía con escrupulosa profundidad y sabía transmitir la sabiduría que nace del Evangelio vivido. Ello no es posible sin la convivencia íntima con Dios, además de una gran fidelidad al carisma dado por Dios a Chiara.
Para Luminosa, María no era una figura teórica. La veía como el modelo a imitar tal y como Chiara Lubich la presenta: «la cristiana perfecta, toda revestida de la Palabra». Luminosa se esforzaba por vivir la Palabra de vida propuesta para cada mes y a menudo nos contaba sus experiencias.
Vivió de modo especial cuanto dicen nuestros Estatutos: «Las personas que forman parte de la Obra de María […] tratan de imitar a María, Madre de Jesús, comprometiéndose a generar y reavivar siempre la presencia mística de Cristo en cada pequeña o gran comunidad». Su amor y su prontitud eran continuos para dar siempre el primer paso en el volver a empezar y asegurar la unidad en la comunidad.