Preguntas a mi madre

Un diálogo entre Carmen Reyes, 98 años, y su hijo Augusto


«¿De Luminosa? Esas son personas de las que uno no se olvidará jamás. Me siento emocionada: era un alma grande!

»Recuerdo la humildad tan grande que tenía acompañada de una sabiduría también muy grande. Era una persona sumamente inteligente y humanamente muy completa. La conocí en los encuentros que organizaba el Movimiento.

»Recuerdo su grandeza de alma. Vivía el Ideal de Chiara a tope del que daba un testimonio completo.

»Nuestra casa estaba siempre abierta para ella. Se relacionaba con todos creando relaciones verdaderas, no solo con papá o contigo -que vivíais el Ideal-,  sino también con mi padre o con Carmen, que nos ayudaba en las tareas domésticas y que también vivía el Ideal…, incluso con una prima vecina nuestra. Era afable, sabía escuchar de tal manera y con tanta caridad que cada uno se sentía de alguna manera privilegiado. Tenía un gran sentido del humor.

»Poseía una capacidad extraordinaria de acoger a las personas y sabía amarlas de manera personalizada. Un ejemplo: una de las primeras jóvenes de la ciudad que empezaron a vivir el ideal de la unidad pasaba un momento difícil. Lumi se enteró y no dudó en coger el avión para pasar algunas horas con ella en el aeropuerto de Málaga y regresar de nuevo a Madrid».



Recuerdos personales

«La primera palabra que me viene pensando en Luminosa es santidad: vida cristiana vivida heroicamente en la cotidianidad. Bautismo que ha fructificado al cien por cien. Plenitud de vida del Evangelio. Amar, saber amar. Alegría. Por eso su persona, enteramente donada a Dios, ejercía una fascinación grande sobre nosotros jóvenes que veíamos en ella un ejemplo concreto del ideal de la unidad vivido con extrema radicalidad.

»Mi primer encuentro con Luminosa debe haber sido en una Mariápolis. Me acuerdo que cuando exponía un tema de la espiritualidad no se oía una mosca. Y tal vez éramos dos mil personas en una cancha de deportes. Ella era lo que decía. Con una tal presencia sobrenatural (y al mismo tiempo cercana, de extrema sencillez) que te capturaba y el tiempo pasaba en un instante. Te hacía pensar en María de Nazaret, te ayudaba a imaginarla hoy, en nuestro siglo. Los jóvenes se fijan en todo. Y notábamos come vestía con gran armonía, tanto que, sin palabras, resaltaba su profunda realidad interior, su unión con Dios. Era como una flor abierta.

»Tenía la capacidad de acoger a todos: grandes y pequeños la sentían suya. Recuerdo (estando yo ya en el focolar en Sevilla) que supe que había estado en Granada y que los Gen3 pusieron en común el dinero que tenían para llevarle a la estación un ramo de flores y darle la bienvenida. Me impresionó este hecho porque nació de ellos, nadie se lo había sugerido… Y es que era así: Lumi era de todos, poseía una maternidad espiritual extraordinaria.

»No puedo decir que Luminosa haya sido determinante para mi vocación de consagración a Dios en el focolar, al menos en sentido estricto. Cuando ella llegó a España en 1971 yo (aunque muy joven – conocí el Ideal en el ’69 con 15 años – ya sentía la llamada a seguir a Jesús en el camino de Chiara), aunque tal vez aún no hubiese expresado mis sentimientos. Ciertamente fue para mí un ejemplo cristalino de lo que es ser “hijo de Chiara” y en ese sentido fue una confirmación muy fuerte de la belleza de ser solo de Dios».

Augusto Parody