Entrevista a Cecilia Gatti
por Lola Díaz

Cecilia, eres argentina, pero obviamente no conociste personalmente a Luminosa.

No. Yo tuve la posibilidad de conocer la vida de Luminosa a través de algunas personas que sí la conocieron directamente, pero sobretodo a través del libro que escribieron sobre ella tras su fallecimiento. Particularmente marcó mi vida en la etapa en la que estaba decidiendo qué camino seguir, y encontré mucha fuerza en su historia.

¿En qué sentido te ayudó?

Sentí la llamada a darme a Dios como focolarina cuando tenía 18 años, y durante 6 años estudié pedagogía muy cerca de la ciudad natal de Luminosa, por lo que pude conocer el lugar donde creció. Todo me hablaba de una jovencita bella, inteligente, con un amor especial por su familia. Me acuerdo de que leyendo el libro me detuve en el momento donde por amor a Dios, dejó a su padre… Para mí fue muy importante. Conociendo su radicalidad encontré la fuerza de donarle mis padres a Dios, conla certeza de que su Amor cubriría con creces mi ausencia. 

Ya ha pasado algún tiempo desde entonces… ¿cómo ha sido tu relación con ella a lo largo de estos años?

Muchas veces me nace en el corazón el pedirle, confiarle cosas, personas… me ayudó incluso a encontrar una casa donde alojar una persona que lo necesitaba. Le pido ayuda porque tengo la certeza interior de que amaba con todo el corazón aquí en la tierra y aún más lo hace hoy con cada uno de nosotros que compartimos su Ideal.

Última pregunta. Desde hace poco estás en Roma trabajando por la generación de las más pequeñas del Movimiento de los Focolares de todo el mundo. Luminosa tenía un amor particular por las nuevas generaciones. ¿En qué crees que Luminosa puede ayudarles hoy en día?

Luminosa es sin duda, fuente de inspiración para el acompañamiento de los más pequeños que hacemos hoy, porque en la situación actual, el sufrimiento que viven es el de la invisibilidad, solo una mirada de amor como la que tenía Luminosa, puede ayudar a los adultos a reconocer en cada pequeña creatura un don.Te cuento un secreto, cuando me propusieron esta nueva tarea, tuve miedo, pensando en la responsabilidad y en mis límites, fue en ese momento que recordé el «seguir jugando» que Chiara Lubich le relató sobre San Luis Gonzaga a Luminosa en sus últimos días: sentí que mi sí a Dios dado muchos años atrás estaba también en este nuevo sí, y que podía simplemente «seguir jugando» como Luminosa.