Testimonio de Belén Sáinz-Cantero

Belén

No conocí a Luminosa en vida, ya que mi primer contacto con el Movimiento de los Focolares fue en 1987 y ella ya había muerto. Sin embargo, supe mucho de ella por las referencias constantes que hacían las gen (las jóvenes de los Focolares) con las que compartía mi nueva vida según el Ideal de la unidad.

Mucho tiempo después, ya casada, llegó a mis manos (no recuerdo cómo) una biografía de su vida editada por Ciudad Nueva; y mientras la leía, recordaba estas vivencias de las que hablaban las gen. Me quedé encantada con Luminosa, pero leer su biografía fue también, en cierto modo, el comienzo de una relación entre nosotras, ya que surgió en mi espontáneamente el dirigirme a ella, comentarle mis dificultades, no sólo en mi vida “religiosa” y dentro del Movimiento en la pequeña comunidad de Almería, sino también respecto a mi vida personal como mujer, como hija y madre, como esposa, como profesora…  Por eso, cuando me enteré de que sus restos serían trasladados de Roma a Madrid, al Centro Mariápolis de las Matas, y que podía asistir todo el que quisiera, sentí un impulso inmediato y decidí ir. 

La empresa no era fácil. Tenía dos niños de 2 y 3 años, no tenía familia en mi ciudad, mi marido habría tenido que quedarse solo con los dos niños por vez primera desde que nacieron… Él no puso inconveniente y, a mi vez, yo conseguí superar mi angustia de madre protectora para “ir detrás de Dios” que me llamaba. Así es como comprendo ahora aquel decidido impulso en mí para emprender el viaje.

Mi casa está a 700 kilómetros de Madrid, de modo que el viaje era largo. Lo hice en autobús, saliendo a las 7 de la mañana, pasando por Granada donde me uní a otras personas que participarían también en el evento, y llegando a las 15:00 a Madrid. Cuando subí al bus, justo en el momento de salir de Almería, el conductor nos informó de que debíamos cambiar la ruta: iríamos de Almería a Granada por la costa, pues la carretera del interior estaba cortada a causa de una monumental nevada que seguía cayendo desde la tarde anterior. 

Cuando empezó a clarear el día el espectáculo era maravilloso. Incluso en cotas cercanas al mar estábamos rodeados de nieve.  Y así hicimos el camino hasta Madrid: rodeados de un inmenso manto de nieve blanca que brillaba de manera increíble, porque había salido el sol; y a lo lejos se podían ver, de cuando en cuando, preciosos arcoíris sobre zonas donde aún caían gotas de lluvia. Los pasajeros del autobús no dejamos de exclamar todo el camino, por la belleza del espectáculo del que estábamos disfrutando.  

Cuando llegamos al Centro Mariápolis coincidimos en la entrada con Carlo Fusco, al que nos presentaron y que, según nos dijeron, tenía encomendada la Causa de beatificación de Luminosa y había acompañado sus restos desde Roma. Siempre recordaré su expresión cuando dijimos que toda Andalucía, incluso las zonas de playa, estaban cubiertas de nieve. Y que nuestro viaje lo habíamos hecho rodeadas de nieve, de sol y arco iris. Estaba sorprendido… y nos contó de relatos muy antiguos que dejaban constancia de que, cuando se trasladaban restos de santos, se producían fenómenos atmosféricos extraordinarios. Yo pensé que la nieve, símbolo de pureza, casaba muy bien con Luminosa. Y que el arcoíris era un regalo muy adecuado para quienes viajábamos a su encuentro y habíamos sido gen, jóvenes, que ella había amado tanto.

Ese fin de semana fue para mí de paraíso. No sabría repetir el programa… solo recuerdo la misa y el momento en que se depositaron los restos de Luminosa en la capilla. Y sí, recuerdo con claridad que le pedí que me acompañara siempre, como sabía que ella había hecho en vida, con las gen que yo conocí. 

En el viaje de vuelta, sentada en ese autobús, nació en mí el deseo de vivir en focolar como ella.  Pensaba en la vida de Luminosa que había conocido a través de su biografía. Y también en los momentos vividos en el Centro Mariápolis en torno a sus restos. Había un clima sobrenatural denso…, tanto que las cosas más sencillas parecían distintas… De hecho,  yo ya vivía con el deseo de construir la unidad, como miembro del Movimiento que era, pero esa realidad sobrenatural que respiramos esos dos días, era Jesús en medio, era su presencia entre nosotros. Yo quería vivir así siempre… y desde ahí cooperar a la unidad, unidad que tenía que hacer Jesús mismo. Entonces comprendí que yo estaba llamada a construir su presencia, como casada, pero vinculada a la comunidad del focolar. Y se lo escribí a Chiara, que me sugirió un nombre nuevo: “ELENI”: elegida para vivir la unidad. Esa misma semana, me puse en contacto con quien podía iniciar los pasos hacia esta nueva vida. Actualmente, después de haber vivido en tres focolares, formo parte del de la Ciudadela “Castillo Exterior” de las Matas, en cuyo Centro Mariápolis está sepultada Luminosa. «Ahora estoy en tu focolar», le dije, cuando me comunicaron mi nueva casa como focolarina. Ella me recordó en seguida, así lo sentí en el corazón, que siempre habíamos estado juntas, tal y como yo se lo había pedido en el momento de su regreso a Madrid.